Silencio.. oscuridad...nada, y sin embargo por dentro lo siento todo
Arrodillado just

o en el centro de sala, las manos agarradas a los tobillos, erguido, en posición de ofrecimiento. Tan solo vestido con el collar al cuello y el tapaojos, que llena de oscuridad mi vista y da luz el resto de mis sentidos. No veo, no oigo nada... tan sólo siento. Espero y siento muy, muy adentro. Pasa el tiempo, hasta que de pronto los pasos tacón de aguja, llegan despacio. Giro la cabeza levemente en esa dirección, cerca, más cerca, más despacio, se detienen. Apenas respiro para no contaminar el silencio. Inmóvil… no sé exactamente donde está. Cerca, muy cerca, delante, al lado, detrás, intento descubrirlo por el perfume en el aire.
Silencio, oigo mi corazón y me sorprende mi propio suspiro, deseando que algo suceda. De nuevo los pasos, ahora justo a mi lado. Noto su mano suave en mi cabeza, empujándola hacia abajo hasta hacer reposar mi frente en el suelo y mi cuerpo se ofrece recogido e indefenso. Pasa más tiempo. Mi cuerpo espera en un leve temblor contenido. Ahora respiro más fuerte. Ella, por fin me habla y su voz, como se inyectara en mis venas y recorre todos rincones de mi cuerpo. Noto el tacón de su zapato sobre mi espalda, sólo gimo levemente. Nada ha empezado y ya sé que le pertenezco. Entonces siento el primer golpe, seco, duro, en mis nalgas, reconozco el tacto contundente de la fusta… uno, dos, tres… al tercero mi voz reacciona y agradece cada golpe hasta el décimo. Silencio, se para, solo noto su pie reposando sobre mi espalda, mi respiración es más agitada. Desciende el pie y se acerca a mis labios. Sin abandonar mi postura, beso su zapato, y mi lengua lo lame desesperadamente, me entrego. De nuevo su mano tira suavemente de mi cabeza hacia arriba, hasta devolverme a mi posición de ofrecimiento. Arrodillado.
Los pasos se alejan, me invade el sentir del ansia, del deseo, de la excitación, pero de nuevo el silencio, nada. Dentro de mi toda la pasión desvelada. Pasa un tiempo interminable, aunque son pocos minutos, y nuevamente los pasos se acercan. Ahora los busco, con un desespero que aun disimulo. No se paran, siguen y giran alrededor de mi. Me agito, los resigo lentamente con mi cabeza, cuando nuevamente su mano la baja hasta el suelo. La muevo levemente intentando besar el suelo. Mi voluntad cada vez le pertenece un poco más y sin palabras quiero que sepa cuanto necesito entregarme, beser sus pies, ofrecerme.
De nuevo nada, un silencio expectante que me devora, hasta que siento el látigo. Ahora reacciono, agradezco a mi Ama, desde el primer azote con susurros más quebrados, hasta el décimo latigazo. Se detiene. Mi boca, mis labios esperan entregarse a adorar sus pies, pero antes su mano me incorpora, con solo su contacto en mi cabeza. De nuevo arrodillado, gimo y mis labios abiertos dibujan mi entrega. Se acerca más, hasta hacer reposar mi cabeza en sus piernas, y las beso con suaves pellizcos de mis labios, que por un instante quedan pegados en cada punto de su piel, mientras ella acaricia mi cabeza, y puedo percibir su sonrisa silenciosa. Se retira lentamente y mi cuerpo vuelve a reposar sobre mis rodillas, cabizabajo.
Ahora si, mi respiración es agitación, mi cuerpo excitado en un sinfin de pasiones y deseos, se hace pequeño, ínfimo, sin sentido una vez ella se ha alejado y me entrega al silencio me rodea.
Ahora si, el tiempo se hace eterno. Mi mente fantasea con oír sus pasos. Nada. Mi mente aboca a mi cuerpo hacia un abismo de entrega absoluta.
Tras esa eternidad que hace crecer más aun el deseo, de nuevo los pasos, incorporo mi cuerpo, adelanto mi pecho y ofrezco mi sexo vistoso. Ella sabe que profundiza en su dominio, que el castigo y el deseo, me someten un poco más, fortalecen mi entrega, y mis labios entreabiertos, sin palabras, quieren expresarlo. De su mano conducido hasta el suelo, siento el dolor de la vara en mis nalgas. Arden hasta mis entrañas. Ahora si, mis gemidos, y mi cuerpo se retuercen a cada golpe. Espero diez, pero esta vez serán veinte, y la oigo sonreír al onceavo que me sorprende confiado. Con apenas susurros, la voz entrecortada, quiero suplicar y alcanzo a pronunciar “Mi, Ama”. Se detiene y pasa suave su mano por mis nalgas, satisfecha del relieve de los verdugones que han nacido. Entonces estallo con sinceros “Gracias, mi Ama” repetido cual rosario. Me sale de dentro, no planifico, nada, me dejo llevar y ella se apodera de todo mi deseo, de mi pasión y de mi entrega. Dentro tengo ese sentimiento de pertenecerle que no se como describir, pero que solo Ella sabe forjar lentamente, haciéndolo crecer hasta asumirlo como natural, liberado de convenciones, hasta saber lo que soy, pero sobre todo y por encima de todo saber a quien pertenezco.

En ese instante la realidad solo es una, el mundo real y autentico es este, todo cuanto siento y soy es por y para Ella y en ese momento, ninguna otra cosa existe. Todo mi deseo, mi voluntad, mi ser le pertenecen, mi único sentido es obedecer y servirla, fundirme para ser su propio deseo. Oigo mis palabras, que simplemente afloran de dentro, no las pienso, apenas las vocalizo, tan solo escucho mi voz modulando lo que siento, “Señora, soy suyo, cuanto soy, el hombre, el amante, la persona, que soy os pertenecen y no quiero ni puedo vivir de otro modo”.
Acalla mis palabras regalando sus pies a mi boca, a mis besos, a mis labios y a mi lengua, hasta que se aleja despacio. Me arrastro un poco hacia la estela del sonido de los pasos, hasta que su voz me hace parar, y la oigo alejarse. De nuevo silencio, pero ahora sollozo abiertamente, no puedo contenerlo, es como un llanto interior, que me reconforta. Me invade un gran desespero y ansia, mi mente y mi cuerpo, abandonados ahí en medio, pero al mismo tiempo un contradictorio relajamiento interior. Estoy a punto. Postrado, solo, la nada, el silencio, todo un amasijo de sensaciones y sentimientos profundos, nuevos, esenciales se apoderan de mi. Tiemblo y gozo. Día a día aprendo a entregarle todo, absolutamente todo cuanto soy, cada día me empeño en ser mejor, para orgulloso, entregarle todo cuanto merece.